jueves, 15 de octubre de 2009

UN LEGADO PARA EL PUEBLO DE ELDA

(El día 30 de Septiembre, el diario INFORMACION de Alicante, publicó el siguiente escrito)


Quizás al lector le resulte desconocido el nombre de Julio Vivot, pero este ilustre personaje fue un mecenas del Museo del Calzado y mucho mas….; hace unos meses, en los albores de este último verano falleció en su ciudad natal, Palencia. Es un deber de agradecimiento y lealtad a su obra y al recuerdo de este generoso hombre del “mundo del calzado” que creo debe ser conocida, al menos en la última etapa de su vida, y sobretodo el gesto de generosidad que tuvo con la ciudad de Elda a través del Museo del Calzado.
Julio Vivot fue uno de esos personajes que se hizo así mismo sin apenas estudios, cuando era muy joven sintió la llamada de la profesión del calzado, en la Academia Trobat y a distancia, fue aprendiendo las técnicas del diseño y el corte y en los años de post-guerra civil en España se le ocurrió la feliz idea de hacer zapatos a medida para pies con grandes deformaciones, así realizó cientos de hormas para pies con traumatismos producidos en la guerra, pies simulados, cuñas y plataformas de elevación y con ello se ganó una merecida fama de “zapatero prodigioso”, a él le gustaba más que le llamasen “zapatero ejemplar”, pero lo cierto es que con su imaginación y a falta de talleres ortopédicos que hiciesen ese tipo de zapatos, fue levantando a mucha gente de las sillas de rueda y los hizo caminar. En los años 1970, visitó varias veces la Feria Internacional del Calzado y fue amigo de los directivos de la misma, incluso impartió más de una conferencia sobre las técnicas que él empleaba, también dio charlas en la Universidad de Barcelona e incluso llegó a tener varias “clínicas” en las que reconocía los pies del paciente y les realizaba la horma de madera para esos pies deformes. Tal era su afición por el calzado que decidió montar un Museo del Calzado y con la ayuda de varios zapateros de Elda y otros lugares que realizaban sus encargos, empezó a incrementar los fondos museísticos que años más tarde inauguraría en una de las calles más importantes de Palencia.
En los años 1980 viajé a Palencia y pasé, casi por casualidad, por el lugar en el que tenía abierto el Museo Julio Vivot, en la calle de Barrio y Mier, recuerdo la grata impresión que me causó, (en aquellos años mi única afición por los zapatos estaba puesta en las clases que impartía de Tecnología del Calzado en el Centro de Formación Profesional de La Melva), lo que se abría ante mis ojos era algo que en mis sueños ambicioné alguna vez tenerlo en Elda; las vitrinas de zapatos históricos se sucedían para dar paso a otros zapatos de diseño de los años 20, 30 y 40, como zapatos más antiguos; miniaturas; hormas ortopédicas hechas a mano y hasta un libro de firmas de visitantes en las que se leían frases elogiosas para el Museo y su creador. Creo que allí bebí la sabia de mi siguiente trabajo. Estuve volviendo al Museo de Palencia en varias ocasiones hasta que tuve una cierta amistad con Julio, pero también debo decir que el Sr. Vivot era muy celoso de su obra y jamás me permitió tomar una sola fotografía del interior de su Museo.
Cuando en el Instituto de la Torreta inauguramos el Museo del Calzado de Elda, me dirigí a Julio Vivot y le solicité que si algún día pensaba deshacerse de aquel bello Museo, me llamase para poder dialogar, como era de esperar aquello le resultó casi como un insulto, Vivot que era soltero y próximo a cumplir ochenta años, quería donar su colección a la Diputación de Palencia (él había sido diputado en alguna época de su vida); pero las cosas a partir de ahí llevarían un camino que ni el propio Julio esperaba; la Diputación lo aceptó a regañadientes y no sabiendo que hacer con él sugirió una donación a las monjas Clarisas del convento de Santa Clara próximo a Palencia, en Astudillo en la comarca del Cerrato y muy cerca de Fromista (lugar emblemático del románico palentino) dónde su ubica el palacete de Pedro I El Cruel, allí edificaron un palacio con fachada de formas islámicas cuyas salas, adornadas con alfarjes y yeserías, albergan un interesante museo de obras mudéjares y arte sacro, nada menos que del siglo XIV; aquellas señoras lo expusieron en unas improvisadas vitrinas y en una zona de público acceso, pero el Sr. Obispo les sugirió meses después que debían retirar aquellas piezas de tan sagrado y antiguo lugar, el Museo Vivot fue embalado ante la enorme contrariedad de su propietario. En aquello días (año 1997) aparecí de nuevo por allí y contemple la zozobra en la que se encontraba el bueno de Vivot, entonces le invité a que se trasladara a Elda para contemplar “in situ” las obras de construcción de lo que sería el Museo del Calzado de Elda, le mostré una superficie en la primera planta en la podríamos instalar su Museo y llamaríamos “Sala Julio Vibot”, y la promesa de que su patrimonio cultural permanecería siempre bajo nuestra custodia. Semanas después me llamó a Palencia y ante mi natural sorpresa, me dijo que esa misma tarde debíamos ir al Notario de Astudillo para escriturar su legado a favor de la Fundación Cultural Museo del Calzado de Elda, ya se pueden imaginar nuestros lectores lo que supuso para mí aquella noticia, pero me esperaba otra sorpresa, el Museo Vivot estaba donado a las monjas Clarisas y valorado ante notario por cien millones de las antiguas pesetas, tuve que convencer a la superiora del convento y al propio Vivot de que no podía aceptar esa donación por ese importe, porque tendría que pagar una enorme cantidad de dinero en gastos de transmisiones patrimoniales, que el Museo de Elda no podía conseguir y tras una profunda reflexión por parte de los donantes, se llegó al acuerdo de valorar la donación en cien mil (todavía se cotizaba en pesetas). Así llegó el Museo Vivot a nuestro pueblo. El Sr. Vivot se vino a vivir a la provincia de Alicante para estar más cerca de su colección, se estableció en Torrevieja y desde allí venía casi a diario a Elda, para mostrar su obra a escolares y demás visitantes del Museo, lo recuerdo sentado en una silla en la zona destinada a su Museo y esperando visitantes para contarles mil y una historias relacionadas con el calzado que solo él podía contar con tanta autoridad y conocimiento.
Elda tiene una deuda de gratitud con Julio Vivot Tristán, gracias a su importante aportación al Museo del Calzado de nuestra ciudad, los fondos del mismo se vieron enriquecidos de forma espectacular, todo ello se hizo de forma altruista y sin más compensación que el ver expuestas en las vitrinas de nuestro Museo, el esfuerzo y sacrificio de muchos años de trabajo dedicados al calzado.


José María Amat Amer