viernes, 30 de enero de 2009

APUNTES DE COFRADES, COFRADIAS Y ZAPATOS. (Publicado en la revista Fiestas Mayores 2008)

Ahora cuando esto escribo estamos en el mes de marzo y en plena Semana Santa, así que motivado por el ambiente que se vive en nuestra ciudad, las procesiones y los penitentes nazarenos (capuchinos), he decidido escribir algunas anécdotas referidas a esta Semana Santa pero con los zapatos como fondo ya que, como saben los que me conocen, ese tema siempre me atrae.

Es difícil y a veces hasta esperpéntico hablar del calzado utilizado por los cofrades en los diferentes pasos de la Semana Santa en España. Cuando uno piensa en esta prenda tan nuestra, en los pies de los cofrades, lo que nos planteamos inmediatamente es que la mayoría de túnicas apenas dejan ver los zapatos de los capuchinos, nazarenos o penitentes y mucho menos los de los costaleros que trabajan bajo las andas.

Me comentaban en Sevilla, con una larga y secular tradición en esto que ellos llaman nazarenos, que allí se mezcla la religiosidad con el folclore ( según un estudio recogido en el Informe Cíngulo, se reparten al 50% los que lo hacen por devoción a los que les supone una motivación diferente, llámese tradición, costumbres o afición) , en determinados aspectos se llevan las cosas hasta extremos casi insuperables, los nuevos cofrades que cada año engrosan las filas de los pasos de Penitencia, de Misterio o de Palio, pasan por un ritual no escrito que adquiere auténticos tintes dramáticos con un enorme significado anclado en las más antiguas tradiciones. Un “novato” de nazareno llega a vestir su traje con una enorme emoción, en muchos casos latente durante años en una espera ilusionante que no acaba nunca de llegar; ese cofrade llegado el día grande en el que su paso va a procesionar por las calles de su ciudad siente una alegría, miedo y responsabilidad inenarrables; horas antes se prepara para recibir cada una de las partes de que se compone el traje de capuchino, si es soltero se encarga su madre y hermanos de colocar con sumo cariño y como si de vestir a un novio o novia se tratase, entre abrazos y besos emocionados, si tiene novia es ella la que ocupa el puesto principal en esta ceremonia de “vestidura”, rodeado de sus más allegados familiares, por fin el “novicio” se encamina a la Iglesia en la que se custodia el paso de la cofradía, al llegar un hermano “veedor” se encarga de examinar a este nuevo cofrade (también a todos los que van llegando sean nuevos o no) y con su autoridad emanada de la Hermandad, rectifica aquellas prendas que o están mal colocadas o no se corresponden con las normas de la cofradía, pues bien, nuestro primerizo en esto de la vestimenta, se presentó perfectamente vestido, pero con una zapatillas de deporte blancas que cantaban cosa fina; el vigilante de la pureza de la vestimenta inmediatamente le conminó a que o se cambiaba de calzado y se ponía unos negros a tono con los utilizados por los demás o se marchaba a casa, ni que decir tiene el drama que se vivió a las puertas de la Iglesia, ya que todos los cofrades estaban disponiéndose a partir, velas encendidas y los ciriales apunto de alzarse para indicar que el paso estaba en marcha, no valieron las explicaciones dadas por nuestro joven penitente ¡si son zapatillas de marca! gritaba, ¡en la discoteca si que me permiten entrar con ellas y causan autentica admiración!, ni por esas, el hermano-inspector llevó su autoridad hasta el final y entristecido el buen neófito, se quitó las zapatillas (ni siquiera llevaba calcetines) y optó por procesionar descalzo ante la imposibilidad de encontrar unos zapatos de su talla en unos minutos; cuando llegado el momento la familia se percató de que los pies de su querido nazareno se deslizaban descalzos sobre los fríos adoquines, no pudieron contener las lágrimas con una intensa emoción por ver que su penitente además de iniciar ese día el deambular por las procesiones que organiza la cofradía, lo hacía de la forma más humilde y sacrificada, descalzo.

En Ayamonte los organizadores de la Semana Santa, publicaron en internet una encuesta para costaleros, en ella se preguntaba con que tipo de calzado le gustaría trabajar bajo un paso. Había cuatro tipos: zapatillas de suela de esparto, zapatillas de suela de goma; zapatos de deporte y sin calzado. El resultado fue mayoritario y se inclinó por las “zapatillas de deporte” y algunos incluso botas de deporte para proteger los tobillos, lo que la encuesta deja claro es que las zapatillas de esparto y las de goma son muy incómodas e inadecuadas para soportar el peso del paso durante horas, alguno de los encuestados y costalero desde hace muchos años, alega que tras el uso de las zapatillas de deportes jamás empleará otro calzado y muchos se inclinan por “uniformar” lo único que se ve de los costaleros, el calzado; no es de extrañar cuando un conocido capataz sevillano dijo ante cientos de personas que escuchaban una conferencia: “A las hermandades les pidió que cuidaran a los costaleros sin dejar que la estética se imponga sobre la lógica. Llevar alpargatas cuando existen zapatos con cámara de aire diseñados para hacer deporte no tiene sentido”.

Un paseo por los Museos más importantes de Semana Santa nos arroja un resultado descorazonador con respecto al calzado, casi ningún traje de cofrade se muestra con el calzado o al menos, con un tipo de calzado específico. Pero en una gran mayoría de descripciones de indumentarias de los hermanos cofrades, también se olvidan del calzado y así vemos que en la descripción del traje de cada Hermandad, con todo tipo de detalles, en la mayoría de ciudades de España, el calzado no ocupa lugar alguno, lo que se supone queda a criterio de cada cual el tipo de calzado que debe ponerse para los desfiles. No así en determinados colectivos, por ejemplo, si nos fijamos en los calzados de la Centuria Romana que procesiona en Orihuela, los llamados “armaos”, veremos que con los modelos de zapatos que calzan el Emperador y sus más allegados tribunos en la corte que inicia el desfile y es precedida por los soldados con sus lanzas, se puede llenar una sección de cualquier Museo de Calzados con un resultado espectacular.; y ya que hablamos de “armaos”, me gustaría conocer al zapatero que confecciona las cientos de sandalias que lucen el batallón de la “Centuria Macarena”, verlos llegar a postrarse ante el Gran Poder es inolvidable, y resulta difícil fijarse en los pies de esos romanos porque al salir de la Iglesia de San Lorenzo, la mayoría tienen las mejillas surcadas con lágrimas de emoción; pero iniciar la marcha bajo el arco de La Macarena con sus plumajes blancos y sus relucientes armaduras, dejan empequeñecidos a esos calzados que se nos antojan humildes ante tal derroche de ricos contrastes.

El zapato en Semana Santa ha tenido, en algunos casos, su peculiar crónica pueblerina, dicen que hace algunos, había en Sevilla un mocetón fuerte y grande que era muy aficionado a eso de las procesiones y las cofradías, pero no exactamente desde el punto de vista religioso, era algo así como el folclorista de la Semana Santa, el sujeto se llamaba Antoñito, según nos cuenta Carlos Valera Real, en sus andanzas por la ciudad del Guadalquivir, el tal Antonio Sáez, su verdadero nombre, era un ejemplo de bondad pero algo corto de miras y al borde de la minusvalía mental, no faltaba a ningún acto de la Semana Santa y concurría a todas las Hermandades, llegando a ser muy apreciado por todos…, tal era así que le llamaban cariñosamente “Antoñito Cofradías” y sus improntas eran aceptadas por ser hombre sin maldad y obrando de buena fe; se recuerda en los pregones que a medio interpretar una Marcha Fúnebre soltaba un olé y arrastraba el aplauso de todos los presentes, pero a lo que íbamos, Antoñito no era tan tonto como decían; los hermanos Miralles, Juan y Vicente, tenían una zapatería en la calle Feria de Sevilla y nuestro personaje se apostaba, siempre en Semana Santa, en las puertas del establecimiento y cantaba una coplilla inventada que no era más que un sonsonete monótono que decía solo esto… “Que buenos zapatos tienen los buenos Juan y Vicente….”, al cabo de un rato salía alguno de ellos y le regalaba un par de zapatos y así Antoñito ya tenía calzado hasta el siguiente año…

El calzado también en Semana Santa ha sido una prenda empleada para la confusión o el despiste… se comenta que en la Semana Santa de Granada hace varias décadas, algunas mujeres quisieron salir de cofrades ocultas bajo el capirote y las sayas, para ello no tenían más que disimular sus naturales formas de mujer, pero el calzado las podía delatar y para evitarlo empleaban zapatos masculinos, menos mal que con esto de la paridad, hoy ya no hay que ocultarse y debajo de las túnicas vemos sin tapujos unos espléndidos zapatos de mujer. En un pueblo de Granada hacia el año 1762, en Íllora, cuando los estatutos de algunas cofradías exigían que, al menos, a los niños o personas que iban a representar a Santos o Ángeles, “se les proveyese de calzado digno”, era el caso de una niña que hacía de Santa Mujer Verónica y que recibía cada año un par de zapatos y unas medias blancas, o los Abrahanes, que eran seis niños que salían en las procesiones de Semana Santa y se les proveía con tres pares de medias y tres pares de zapatos, aquí también al pregonero de la Pasión era tradición regalarle unos zapatos y otros a los Ángeles que le acompañaban, y todos contentos.

La verdad es que al repasar los calzados de los cofrades abundan los negros, sea cual sea el color de la túnica o la capa, pero sin duda hay excepciones y la vestimenta blanca purísima de la Cofradía Penitencial y Sacramental de la Santa Cena de Valladolid, es obligatorio calzar zapatos y calcetines blancos; pero para otras Hermandades llegan tan lejos que se pasan… una anécdota de un Hermano Mayor de una célebre cofradía de un pueblo de Andalucía, repartió ente los capuchinos una especie de orden de régimen interno para la vestimenta… después de recordar como deben vestirse con el traje oficial, llegaba a aconsejar que se usasen los calcetines a tono con el calzado (negros) pero, y aquí está la gracia, también a tono con el pantalón y que estos cayesen solo hasta la línea del tacón…(eso es hilar fino); sin embargo buena es la recomendación que hacen otros en alguna gran ciudad de Andalucía… “obligado llevar pantalones (supongo que razón para dudar no le faltaba), calcetines y zapatos negros con la prohibición expresa de usar pantalones vaqueros” , hombre llevar pantalones si, pero que a un capuchino se le obligue a no usar vaqueros me parece excesivo.

En Valencia la Cofradía del Cristo de la Buena Muerte exige a sus cofrades que lleven sandalias y calcetines negros, allí el Cristo es portado con una mano por hombres que además de llevar los colores en su camisa de la Legión (verde), deben usar zapatos con cordoneras. Pero Sevilla se “lleva la palma”, aquí hay cofradías para todos los gustos y no pueden faltar la “Cofradías toreras” que por cierto tienen por costumbre ante la imposibilidad de albergar a todos los cofrades en la capilla de la plaza, invitarles a reunirse en el ruedo de la Maestranza para iniciar la estación de penitencia (con el debido permiso de los maestrantes) y después, “presumen” de ser los únicos nazarenos de Sevilla que llevan albero de la plaza de toros en sus zapatos y lo reparten por las calles sevillanas.

Algunas cofradías no se olvidan de calzar a sus imágenes con verdaderas piezas de orfebrería, es el caso de los zapatos de plata que calza el Niño de Dios de la Virgen del Carmen en Cádiz, obra del orfebre sevillano Antonio Rodríguez Suárez. Otras con hechos muy curiosos, por ejemplo, en Talavera de la Reina, hacia el año 1.700, los cofrades tenían una serie de privilegios y deberes que resultan sumamente chocantes y que no es el momento de entrar en ellos, pero sí decir que de los tres reales de vellón y la pecha (cuota anual) que debían pagar los cofrades de La Verónica, era obligatorio cada año proveer de zapatos nuevos a la Santa Mujer.

Los músicos también tienen muchas anécdotas que contar en relación al calzado: La Banda de trompetas y tambores de la Cofradía del “Santísimo Cristo de la Expiración” de Jaén, fijó en el año 1995 una serie de normas para su uniformidad y entre ellas destacaba: El uso de zapato Inglés, ( aunque alguien se presentaba con blucher y ni se enteraban), pero razón no les falta porque miren lo que sucedió en Cádiz, resulta que los músicos de la banda que acompaña al Santísimo Cristo de la Humildad y la Paciencia, deben llevar zapatos blancos para que hagan juego con los pantalones y casi todos llevaban unos zapatos blancos con cordones (inglés o blucher) impecables, pero uno de ellos se calzó un par de zapatos de horma moderna tipo manoletina que acabó ocupando la atención del público que presenciaba la banda.

Si del vocabulario hablamos, también en el léxico se tiene especial cuidado cuando al calzado se refiere, así en algunas cofradías se reparten folletos para que los nuevos cofrades o incluso el público conozca las distintas denominaciones de las partes de las casullas, ciriales o pasos en general; de uno de ellos hemos podido entresacar: Rasear: Deslizar suavemente las suelas de los zapatos por el pavimento (cada día se aprende algo nuevo) pero quizás donde mejor se escucha ese “rasear” sea cuando los costaleros sacan a la calle al Gran Poder, el silencio inicial solo es cortado por un ras..ras..ras que suena debajo de las andas. Me he quedado atónito al repasar la enorme cantidad de términos empleados en la Semana Santa, algunos no había oído en mi vida y son francamente chocantes, pero eso también lo comentaremos en otra ocasión, por cierto que en el diccionario aparece: Calzado: Suele ser zapato negro. Es tradicional y de buen gusto, el usar una hebilla propia de la Hermandad……. Pero si solo mencionamos los términos relacionados con la forma de caminar, estamos hablando de paso gateo que es un paso para andar de frente; el paso sobre los pies que es como el anterior pero más corto; el paso largo que como pueden figurarse es mucho más largo que los anteriores; el paso de mudá que solo se utiliza en situaciones extraordinarias (por ejemplo si hay que recogerse por la lluvia) es un paso lrgo y sin protocolos, casi a la carrera; el de cimbreo es como mecerse y la levantá que con energía se ejerce una fuerza sobre los pies para poner en camino a la imagen, y vean que he dicho camino, ya que en las procesiones los pasos no marchan, andan.

El calzado ha sido una prenda de singulares connotaciones, en la Semana Santa de Puerto Rico, se siguen unas tradiciones muy similares a las españolas, incluso los pasos y las procesiones emulan a la “escuela Sevillana”, pero con muchas costumbres y tradiciones propias que en nada se parecen a las nuestras. La historia en la Isla viene de hace 500 años cuando el rey de España “exportó” a la Isleta (como se llamaba antes a San Juan de Puerto Rico), ornamentos y vasos sagrados para la celebración de la Semana Santa que en 1521 en San Juan tuvo sus inicios. Los campesinos acudían a la capital el Domingo de Ramos con los zapatos en la mano que solo los calzaban para entrar en las Iglesias. Pero ya que hablamos de tradiciones no podemos olvidar la tan arcaica y arraigada “Danzas de los negritos” en Perú, se representa en la zona de Huánaco, en el centro del país, con motivo de la Pascua de Semana Santa y en otras fechas señaladas, se forman unas cofradías que se llaman de los “negritos” y recorren todos los rincones de la ciudad, expresando a su forma el cariño por Cristo y la Semana de Pasión, aparecen con máscaras muchos personajes (españoles claro), que ridiculizan hasta con escarnio, sobre todo a los llamados “corochanos” que no son otra cosa que representantes de los caballeros españoles con aires bufonescos. Los danzantes visitan las Iglesias entre bebida y bebida, pero quizás el lector quiera saber la relación que hay entre esto y el calzado, pues la historia es que los “nobles españoles” calzan unas botas llenas de coloridos y abalorios y con esas botas propinan en el trasero patadas a los negritos que despavoridos corren a buscar refugio a las Iglesias. Merece la pena explicar que los danzantes de cada cofradía se dividen en: Dos caporales que calzan zapatos blancos o botines bordados de 35 a 40 cms. de alto; Veinticuatro negritos pampas (incluido cuatro guiadores) que también calzan botas pero menos vistosas que los caporales; Una Dama con zapato de tacón y color adecuado al vestido; Un Turco con zapato de charolina tipo realeza con medias que llegan al borde del pantalón; Seis Corochanos (ya saben españoles…), con botas con bordados y fuertes coloridos con motivos regionales; y dos abanderados que llevan unos sencillos zapatos o zapatillas, (de los trajes que usan y que no tiene desperdicio nos ocuparemos en otra ocasión). Alrededor de todo esto hay una rígida normativa y cada acción está perfectamente estudiada y tiene sus significados. En un viaje que hice a Perú, adquirí en un anticuario un par de botas para la “Danza del negrito”, quedé impresionado cuando la señora que me atendió de la mejor forma me explicó la finalidad de esas botas en el baile, casi tuve que pedir disculpas por los desmanes que en el pasado cometieron algunos contemporáneos de nuestro insigne conquistador Francisco Pizarro.

Para terminar me voy a quedar con una “historia” de una entusiasta de la Semana Santa de Almagro; cuando se acercaba la Semana Santa decidió participar activamente y en es momento le empezaron las dudas, ¿con que cofradía procesionar?, unas amigas lo hacían con el Cristo de la Agonía, que databa del año 1609; otras con la Vera-Cruz que ni más ni menos arranca del siglo XV, año 1470; algunos amigos la convencían para que se sumase de tamborilera en la Banda de Cornetas y Tambores de una de las Hermandades; por tradición familiar le presionaban para que saliese con la Hermandad de Jesús de las Tres Caídas, ésta algo más cercana en el tiempo pues se fundó en 1827…. En fin, nuestra confundida penitente tras una larga meditación y ante las miradas de asombro de toda la familia y amigos que la esperaban para comprobar su decisión más acertada, optó por vestirse con un ajustado vestido negro, una peineta y mantilla, un clavel rojo en el pecho y unos zapatos de tacón de aguja que levantaban a los sufridos espectadores de sus asientos, así de guapa lució nuestra querida amiga junto a Nuestra Señora de la Soledad.

José María Amat Amer

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