sábado, 22 de marzo de 2008

LA MAQUINA Y EL PERSONAJE (Publicado en Calzarte Septiembre 2008)

LA MAQUINA Y EL PERSONAJE


He dicho muchas veces que las piezas que se conservan en el Museo del Calzado tienen un enorme valor, en unos casos por su antigüedad, en otros por su valor artístico y en muchos por su carga emocional o valor sentimental.


Un día mi buen amigo Isidro Aguado me habló de uno de los mejores y más fieles trabajadores que había en la fábrica de su abuelo, el hombre se llamaba Lorenzo Herrero Esteban y trabajó durante cuarenta y seis años manejando una de las máquinas más complicadas del proceso de fabricación de la horma de madera, la máquina fresadora de punta y talón, se trata de una máquina muy ingeniosa y de alta tecnología para su época que admitía dos pares de hormas, fabricada por la empresa americana “Chas. E. Reed & CO.” Que estaba ubicada en la ciudad de Chicago y fue patentada en el año 1910.


La máquina tiene un palpador y cuatro cabezales de cuchillas exactamente iguales, empleando como guía un pie del mismo número y que había sido despuntado previamente. Este mecanismo, como he dicho, tenía una enorme complicación para ajustarlo a cada tipo de horma, pero el Sr. Herrero fue adquiriendo tal pericia que nadie como él para hacer trabajar dicha máquina, tal fue así que Lorenzo Herrero que había nacido con el siglo, en el año 1900, se jubiló a principios de 1966 y con él también su compañera de trabajo, la máquina de fresar, ya que no hubo en la fábrica nadie capaz de hacerla trabajar con la misma precisión, naturalmente la empresa adquirió otra máquina que hacía el mismo trabajo mucho más moderna y más rápida.


Cuando en el año 1998; Isidro Aguado decide incorporar su colección de máquinas de fabricar hormas y los demás utensilios, en el lote entró también esta “reliquia” como una de las máquinas más emblemáticas de la colección, con la fotografía tomada en los años 20 del obrero que la llevaba.


En el año 1999 y tras la inauguración del edificio del Museo del Calzado y la ubicación en el mismo de las colecciones tal y como se ven ahora, apareció un buen día, un anciano que venía acompañado por sus familiares, ese señor que estaba con total lucidez reconoció “su máquina” en cuanto la vio y también observó la fotografía en la que él mismo con escasos veinte años estaba al frente de ella, la emoción del Sr. Herrero se hizo patente con unas lágrimas que resbalaban por su rostro y tengo que reconocer que yo mismo sentí un nudo en la garganta que apenas me dejaba balbucir algunas frases por unos momentos, tras celebrar ese encuentro y contarnos Lorenzo algunas anécdotas más de su vida en la fábrica de Aguado, se prestó a fotografiarse delante de aquella máquina, ahora ya teníamos el testimonio gráfico de dos momentos, uno un obrero joven manejando la fresadora y otra un anciano emocionado y orgulloso casi abrazando a esa misma máquina ochenta años después.



José María Amat Amer

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