domingo, 16 de marzo de 2008

ESCRITO PARA VALLE DE ELDA (2006)

CINCUENTA AÑOS EN LA INDUSTRIA DEL CALZADO DE ELDA

El nacimiento del semanario VALLE DE ELDA, viene a coincidir en el tiempo con la fase más espectacular del crecimiento de la industria del calzado en la ciudad, primero y casi al unísono, el “descubrimiento” de nuestra industria por el coloso americano e inmediatamente después el nacimiento de la FICIA.
En el año 1.956, nuestra industria de fabricación de calzados estaba casi adormecida, nuestras fábricas se debatían entre el proceso artesanal, las primeras incorporaciones de máquinas y la complejidad de los zapatos fabricados, todo ello con una precaria situación económica que algunos calificaban de “la ciudad de las letras”, pero las letras de cambio que daban una clara idea de la falta de liquidez de nuestra industria . En Elda se podía ver todavía por las calles un ir y venir de carros de madera que salía de las fábricas para entrar en otros talleres especializados, talleres de montado, finisaje o terminado, cosidos etc., la ciudad olía de forma especial, una mezcla de olores entre cueros y disolventes, incluso algún nostálgico que conservaba las tradiciones de unos pocos años antes; los zapatos los sacaban de la fábrica y los ponían al sol para que su fuente calorífica secase los adhesivos o los líquidos empleados en el embastado a falta de los hornos de estabilización que llegaron algo más tarde, era una estampa casi normal que algunos trabajadores se dedicasen a ensayar unos cuantos pases con una pelota de goma o balón de badana, mientras los pares secaban al sol. La industria que conocíamos aquellos días era una prolongación de la propia casa, hasta las mayores industrias con más de cien trabajadores, paraba sus actividades por las mañanas y por las tardes para que el personal se dedicase a almorzar o a merendar e incluso acudiese al bar más próximo, porque no hay que olvidar que las fábricas de los años cincuenta estaban abiertas casi como la funeraria, a la una de la tarde cerraba para comer pero por las tardes casi el horario se confundía con la media noche. El zapatero aún realizaba las “tareas” con su pequeño “equipo productivo”, zapatero, especialista y aprendiz, por eso las fábricas más modestas carecían todavía de un sistema de fabricación en cadena y los zapateros, llamados de Luís XV, realizaban su “faena” al completo, es decir, desde el embastado hasta el saque de horma. Aquellas primeras máquinas de lijar o cardar, de rebatir, de coser blake o cordón, de desvirar, de lujar o de encerar (finisaje), se colocaban cerca de las ventanas y en aquellas que desprendían aserrín procedente del lijado o desvirado, tenían un escape a la calle, era muy común encontrar en las aceras de la ciudad unos pequeños montoncitos de serrín junto a un agujero practicado en el muro, era el producto de lijar o desvirar muchos pares de zapatos; pero Elda no solo fabricaba calzado de señora con la clara vocación al recién inventado tacón de aguja; en este pueblo se empezó haciendo zapato para niños y este tipo de calzado, en estos años cincuenta todavía tenia cierta importancia, además de otros de caballero y series.
En la década de los años 50 algunos empresarios empezaban a acudir a las Ferias que se celebraban en el extranjero, aunque hay que aclarar que desde final del siglo anterior siempre se ha exportado de forma casi testimonial. La industria local se había incrementado tras la contienda civil y después del aislamiento internacional a que se nos sometió, en esta década acudían a Elda en busca de trabajo una media de 500 personas al año que posteriormente traían a sus familias, ello supuso una fuerte corriente inmigratoria que hacia crecer la ciudad en todos los sentidos; la proliferación de talleres más que fábricas, llenaban nuestras calles. En esta situación de congestión ante las escasas ventas al extranjero, se producía una complicada circunstancia que ralentizaba nuestra producción, los zapatos cada vez eran más complicados y los pedidos se fraccionaban hasta casi lo imposible, pero el milagro estaba por llegar y la semilla germinó en el mismo año en que VALLE DE ELDA vio la luz.
En el año 1.956, la situación de la industria del calzado en nuestra población ofrece un panorama sombrío, por temporada se realizan más de 50.000 modelos diferentes de zapatos; de esta cantidad, el 70% son pedidos inferiores a 100 pares por modelo; un 20% siquiera se pide un solo par y únicamente el 10% de todo el muestrario puede superar los límites de la rentabilidad, con estos datos la debilidad de los talleres y pequeñas industrias están abocadas a la desaparición por poco que haya recesión en el mercado.
El nacimiento de la Feria del Calzado, al que nos dedicaremos más ampliamente en otro lugar de este libro, iba a suponer la salida del estancamiento de nuestra industria y la incorporación de las mejores tecnologías del momento.
El “amigo americano” había empezado a comparar su desarrollado mercado en otros países de Europa, con la trabajadora y pujante industria eldense, era el momento en que, coincidiendo en el tiempo con el nacimiento de las Ferias en Elda, aquellos norteamericanos (me refiero a ellos porque era el de mayor incidencia, aunque no los únicos) encontraron un “filón” en nuestros fabricantes y sobretodo la mano de obra eldense que era de gran calidad y muy por debajo de sus homólogos europeos. Los pedidos de calzado mucho más sencillo que el acostumbrado a fabricar, se contaban por miles y las fábricas no estaban preparadas para ello.
La década de los 60, desde el punto de vista tecnológico, se caracterizó por una enorme incorporación de medios técnicos (casi siempre importados) que pudiesen mejorar los índices de productividad y por supuesto habría que abandonar para siempre el trabajo personal, familiar o en equipo, ahora los trabajos se realizaban en cadena tanto en el montado como en el aparado (cuestión esta casi inédita en Elda); consecuentemente las industrias comenzaron a implantar sistemas de racionalización del trabajo y un sistema de organización novedoso que ya años antes regían en Europa.
Las Asociaciones para vender calzado se sucedían, Elda Exportadora fue un claro ejemplo de ello, capitaneada por José María Gran, contaba entre sus miembros fundadores algunos de los fabricantes mas importantes de la ciudad: Francisco Cremades; José María Alarcón; Antonio Porta Rausa; Leopoldo Merino; José Aguado Puche; Oscar Santos; Vicente Esteve o Rafael Sirvent, entre otros; algunos de estos fabricantes también promovieron la Sociedad Exportadora de Calzados llamada SECSA con el logotipo tan español de “Goyescas”.
Algunos industriales de Elda acuden a diferentes exposiciones en el extranjero y así se desplazan varios de ellos a la Feria del Cuero de París, con la organización del recién creado Grupo de Exportación del Calzado de Elda, que preside el industrial eldense José María Gran Díez, fueron catorce industriales y se contrataron tres stands en la Feria; se dio la nota curiosa que muchos visitantes de la Feria y compradores, al ver la calidad de nuestros zapatos pensaron que se trataba de firmas italianas, hay que tener en cuenta que eran las primeras salidas en grupo de industriales de Elda y su comarca; la satisfacción por los contactos y los pedidos confirmados fue unánime. Esto es para Elda, Petrel y los pueblos zapateros de la provincia una señal suficiente para saber que Europa primero y EE.UU. más tarde, están ansiosos por diversificar sus compras en otros países en los que la calidad sea similar a la italiana pero que los precios puedan ser más bajos; en España el consumo interno es del orden de 0,8 pares por habitante y año, lo cual nos da una idea de la precariedad del consumo en relación con la producción. A la vuelta de este importante viaje, se produjeron reuniones en Madrid con el Director general de Exportación, para crear una Asociación Nacional de Exportadores de Calzado.
Las ventas de calzado español crecían y en aquellos años hay que recordar que casi el 52% de todos los fabricados se hacían en esta comarca, más concretamente en Elda y Petrel; por ello la proliferación de fábricas de calzado era una constante, aunque también se producían situaciones de crisis dentro del crecimiento que acababan con alguna de ellas. El Empresario local se había lanzado a la búsqueda de especialistas que dominaran las complicadas máquinas que estaban empezando a trabajar, me refiero a las máquinas de centrar y montar puntas o talones, y en la industria auxiliar que merece un capítulo especial, las máquinas de predesvirar, como más significativas; el trabajo en cadena obligaba a especializarse y el cambio de trabajadores de unas industrias a otras por la ley de la oferta y la demanda era una constante, ante todo esto el llamado “comodín” o sea aquel operario que dominaba casi todas las máquinas del proceso, era la persona más buscada y valorada. Sin embargo el aparado fuera de la fábrica seguía y sigue estando en las manos expertas de nuestras aparadoras, aunque en el interior los sistemas de aparado por control remoto y cinta transportadora requerían una perfecta organización.
Indudablemente las fábricas tradicionales y emblemáticas que Elda conocía en la década de los 50 habían desaparecido o se estaban modernizando, las grandes fábricas existentes en la hoy Plaza del Zapatero, cerrarían definitivamente, una de ellas la de Antonio Porta, la otra la de OJO OJO OJO OJO. La fábrica de los Vera se convertiría en varias naves para industrias de menor tamaño. Calzados Vite desaparecería definitivamente frente al Ambulatorio de la calle Padre Manjón; también permanecería unos años Hijos de Vera Bañón en la calle José María Pemán o la de Pablo Maestre en Padre Manjón etc. etc., una a una iban cerrando empresas que dieron trabajo a más de un centenar de obreros, por otra parte se construían industrias modernas y adecuadas a los tiempos actuales, era el caso de la de Pedro García en la carretera de Alicante o Rafael Sirvent (Calzados Tudi); Joaquín Bernabeu; Calzados Orbi; Fifo en Gran Avenida y muchas otras.
Una de las “asignaturas pendientes” de la industria del calzado español fue la ausencia casi total de creación y fabricación de tecnología punta en cada momento y por ello cuanto más se mecanizaban las industrias, más se dependía del exterior.
La incorporación de prefabricados en los sistemas modernos de fabricación en los años 1.970 y siguientes, fueron reemplazando a alguna de nuestras viejas máquinas con las que muchos eldenses convivimos durante décadas; el chirriar de las máquinas de desvirar iban desapareciendo con los años y el proceso de fabricación en la mecánica que acababa con el saque de horma tras el terminado, se acortó de forma espectacular y después de colocar la suela el zapato ya estaba listo para llegar al almacén de limpieza y envasado; por el contrario nacía y se fortalecía una nueva industria, la de prefabricados que con el paso de los años se haría más sofisticada y con la incorporación de nuevos diseños de suelas y materiales, sería una de las industrias auxiliares más importante. Elda también vio cerrar otro tipo de talleres que, por la modernidad del proceso, eran sustituidos o dejaban sencillamente de emplearse, eran los talleres de cosido, de finisaje o de montado.
La modernidad trae consigo el empleo de medios mecánicos cada vez más perfeccionados que tienden a automatizar todos los procesos, y aunque en la industria de fabricación de calzados es prácticamente imposible automatizar determinadas fases de los procesos de fabricación, el paso del tiempo ha ido incorporando medios técnicos muy espectaculares y ya a partir de los años 80 con la incorporación de la informática aplicada a algunas máquinas del proceso en cadena, ha hecho variar sensiblemente los parámetros de esta industria, ese es el caso de algunas fases como la del montado y aparado.
En Elda toda la industria estaba repartida, salvo excepciones, en el casco urbano y aunque en determinados momentos el Ayuntamiento ha dictado normas para preservar el casco histórico o antiguo de la ciudad, de la implantación de industrias medianas y grandes, lo cierto es que se convertían en edificios fabriles cualquier bajo de edificio recién construido y ello provocó que nuestros sufridos conciudadanos conviviesen con una industria que producía olores y sobre todo ruidos molestos; esto ocurrió hasta el año 1.980 en que Elda tuvo la gran oportunidad (malgastada) de diversificar su única industria y de la que dependemos prácticamente el 90% de la población, la industria del calzado.
En el año 1980 se le concedió a Elda la calificación, para su término municipal y el de las ciudades colindantes, de Zona de Preferente Localización Industrial, esto era un Decreto del gobierno muy importante para el municipio. Pero aquella concesión, que solo se otorgaba a ciudades de interés estratégico o en profunda crisis, contenía bonificaciones de Impuestos Estatales que podían llegar hasta el 90%, pero lo más importante es que aquellos industriales que quisiesen instalarse en este término o modernizar sus industrias, se les concedía un beneficio a fondo perdido del 25% del capital invertido. Fue tanta la necesidad de suelo industrial que precisaba Elda y era tanta la urgencia en ubicar a las industrias fuera del casco urbano, que prácticamente al Polígono Industrial creado al efecto, Campo Alto, llegaron las industrias que estaban dentro de la ciudad y ni una sola empresa se creó para fabricar otro artículo que no fuese el calzado y por ello Elda perdió la gran oportunidad.
En este medio de siglo se han sucedido épocas de euforia y otras de profunda crisis, pero en todo este tiempo el sector y por tanto las industrias han resistido los reveses, muchas veces los cierres de fábricas se sucedían y daba la impresión de que estábamos ante una reestructuración de la industria producida de forma espontánea, la segunda parte de la década de los 70 fueron terribles y fue una crisis que duró muchos años hasta muy iniciados los años 80. Pero Elda no ha dejado de crecer desde el punto de vista industrial y de modernizarse.
Tras los años de pujanza de la década de los 90, la industria eldense vuelve a estar amenazada, en esta ocasión por otro competidor emergente, el gigante asiático, pero este caso es diferente a los vividos en otras situaciones de crisis; por primera vez la importación masiva de calzado proveniente de Asia pone en peligro la propia existencia de la industria local, pero esto con ser grave no lo es todo, además muchas empresas buscan en La India o en China, la fabricación de parte de sus componentes para el calzado fabricado en España y aunque las ventas aparentemente aumentan en términos relativos, el incremento de mano de obra no se produce, al contrario, las empresas cierran ante la competencia de un calzado de calidad aceptable a un menor precio; y con ese negro panorama se llega al siglo XXI, culminando un periodo de cincuenta años en los que la industria del calzado de Elda sigue siendo la única y más firme fuente de riqueza de la ciudad.
El ganado prestigio del zapato eldense compensa, en una parte, la pérdida de poder competitivo y nos otorga argumentos para mantener y recuperar las cotas de mercado perdidas en años anteriores. Hay un hecho muy significativo que nos abre una esperanza de futuro, alguna de las empresas de marca y calidad situadas en otros lugares de nuestra geografía, buscan la mano de obra experta de Elda para producir sus zapatos, en algunos casos de forma global, en otros fabricando alguno de los componentes.
En el año 2000 se iniciaron las obras del Polígono Industrial “Finca Lacy”, pero este ya no contaría con los beneficios económicos o fiscales que el gobierno central otorgara veinte años antes a “Campo Alto”; en este nuevo suelo industrial se han implantado otras industrias diferentes a las del calzado, aunque insuficientes para que la diversificación industrial sea sensible en Elda. También otro polígono industrial se suma a la oferta de suelo, el Torreta – Rios al que acuden de forma mayoritaria industrias también del sector calzado y afines, algunas trasladadas de la zona Industrial–Residencial de La Torreta que precisamente por la incidencia de viviendas e industrias en la misma zona, provoca no pocos problemas de molestias para el vecindario.
La industria del año 2006, es totalmente diferente de la que conocimos en 1.956, se tiende a un tipo de empresa mucho más pequeña en dimensiones, capaz de responder a la diversidad con mucha más rapidez y adaptarse a cada momento, pero básicamente los principales parámetros de calidad y prestigio siguen siendo los mismos y las señas de identidad de nuestra industria que están enmarcadas en el buen gusto, el diseño y la calidad son valores en alza que los avatares del tiempo no han podido remover.

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